Mejorar el sistema educativo, ¿es posible?

Muchas son las voces que creen que el sistema educativo español no levanta cabeza a la vista de los datos estadísticos que hablan de que casi un cuarto de la población estudiantil no consigue un mínimo título básico. A ello hay que sumarle los resultados de los sucesivos informes PISA de la OCDE, que colocan a España en la cola de los resultados educativos. Y además de lo indicado, no existe un consenso social y sobre todo, político para meterle mano a esta cuestión tan esencial en el desarrollo de un país que aspira a potencia mundial. ¿Tiene arreglo el sistema educativo español?

Manuel Blázquez - Agosto 2017

En el famoso informe de 2007 de la publicación McKinsey Quaterly apunta a ciertas evidencias para mejorar un sistema educativo. En el informe se indica que cualquier sistema educativo, empiece donde empiece, puede mejorar de forma significativa y a falta de ideas internas, bienvenidas son cualquier ayuda externa. El informe asegura que esto se puede conseguir en menos de 6 años, lo que parece todo un tiempo record teniendo en cuenta que los resultados frente a cambios sustanciales en toda una sociedad suele traspasar el medio plazo.

En la publicación aseguran que es posible y ofrecen datos reales como que el desempeño de los estudiantes de Letonia en 2006 era medio año escolar superior al de 2000 o que los escolares de Long Beach de los cursos 4 y 5 de primaria, tras 6 años de intervenciones, mejoraron su rendimiento en matemáticas en un 50% y un 75% respectivamente en cada curso. Aluden a la independencia del nivel de partida, poniendo los ejemplos de bajo rendimiento de Madhya Pradesh en la India, Minas Gerais en Brasil y Western Cape en Sudáfrica. En los tres casos se ha mejorado sus niveles de lectura y de matemáticas en un periodo entre 2 y 4 años, según se estrechaba las competencias educacionales entre estudiantes de diferentes niveles socioeconómicos.

Las soluciones, desde las generales hasta las específicas

El informe de McKinsey alude a tres causas que puede encender la chispa de la mejora en el aprendizaje de los estudiantes en las clases. Cambiar la estructura educativa desde la modificación de los ciclos escolares que no funcionan hasta la descentralización de las responsabilidades del sistema se presenta como la primera medida para romper un sistema en decadencia. Y esto suena a moverse hacia la autogestión de los centros.

La segunda medida esencial que se ha mostrado eficaz se basa en lo que todo político sabe pero que nunca va a hacer: invertir en educación, aumentar lo que algunos llaman el “gasto” educativo, en definitiva, aumentar los recursos, modernizar las instalaciones, incrementar el personal docente y elevar el gasto por alumno.

Por último, la tercera medida se centra en el proceso. Cambiar el proceso significa modificar el currículo, modificar las metodologías docentes y mejorar la forma en la que los equipos directivos dirigen los centros.

En el informe de McKinsey se pone de relieve una realidad, consistente en que a pesar de ser necesaria la intervención en los tres factores, estructura, recursos y procesos, tan solo en los dos primeros es donde se producen los debates públicos, por las claras implicaciones de las partes. Mejorar los procesos se deja de lado. A cualquier director de producción de una empresa industrial, si quiere mejorar la calidad de sus productos manufacturados en lo primero que pensaría es en qué medida podrían implementar cambios en sus procesos para mejorar los resultados. Y, ¿Por qué esto no se piensa cuando se habla de Educación?

Pues, precisamente, en las muestras observadas en la investigación de diversos sistemas educativos en vías de mejora significativa se ha dado la misma circunstancia: todos han implementado intervenciones de naturaleza “procesal”, es decir, los sistemas que mejoran dedican más esfuerzo a mejorar como enseñar que a modificar los contenidos de lo que se enseña.

Los sistemas que aspiran a “excelentes” se enfocan a preparar profesionales docentes

En el informe se han manejado 20 sistemas educativos en el mundo y se han topado con todo tipo de condiciones, desde aquellos sistemas con calificación de “pobre” hasta “excelente” como son los casos de Singapur o Finlandia. Entre ambos, se han fijado calificaciones de aceptable, bueno y muy bueno. Se da la circunstancia de que aquellos sistemas que quieren mejorar de pobre a aceptable enfocan sus esfuerzos hacia la mejora organizativa, financiera y pedagógica, mientras que los que quieren pasar de bueno a calificaciones máximas, han aplicado un conjunto de intervenciones hacia la formación de docentes, sus requisitos, las prácticas y la mejora en los planes de estudios universitarios tal y como se hacen en otras carreras que forman abogados, ingenieros o médicos.

Y todo esto se repite en los modelos estudiados, independientemente de la cultura, la geografía, la situación política o los trasfondos históricos. Pero una conclusión curiosa es que un sistema educativo tiene que conocer en primer lugar su situación y su calificación. En segundo lugar, la calificación a la que aspira, es decir, aplicar la lógica y el sentido común para determinar el nivel que quiere alcanzar en el tiempo propuesto. Por último, implementar las intervenciones necesarias aprendiendo de aquellos sistemas que estuvieron en el pasado en un nivel similar. El informe sorprendentemente indica que poner el foco en los sistemas mucho mejores es un error. Es decir, es una cuestión de constancia y esfuerzo continuado. Curiosamente, esto suena a lo que dice el profesor para conseguir el éxito en su asignatura.

Las 6 intervenciones que se implementan invariablemente

El estudio de McKensie indica que de forma común, todos los conjuntos de intervenciones contienen seis medidas comunes a todos los niveles de desempeño del proceso de mejora. Es decir, en todos los sistemas educativos que han demostrado mejoras significativas en, al menos un grado de calificación, en un periodo razonable han coincidido en:

  • mejorar las capacidades de enseñar de los profesores y de gestionar de los directores,
  • realizar evaluaciones sistemáticas y monitorizadas a los alumnos,
  • mejorar y actualizar los medios de información del sistema,
  • implicar mayoritariamente a la sociedad para introducir políticas y leyes consensuadas en educación,
  • revisar el currículo y los estándares y
  • asegurar una estructura estable de remuneración y reconocimiento adecuado para los profesores y directores.
“Somos polvo de estrellas que piensa acerca de las estrellas. Carl Sagan (1934-1996)”